viernes, 8 de abril de 2016

Pasión, muerte y resurrección de Jesucristo (Christian Duquoc).. (El Cristo que he buscado)...

Pasión, muerte y resurrección de Jesucristo

(Christian Duquoc)

Las cosas van tomando su rumbo y su curso natural en nuestros procesos naturales de la vida. Vamos creciendo. A veces como que hasta pareciera que si dejamos que las cosas fluyan, ellas mismas se van acomodando por sí solas. No es necesario forzarlas, a pesar de que se nos mueva el piso y se nos coman el queso, como se dijo. Por supuesto, que eso es visto después de esos momentos concretos, porque en la inmediatez nos confundimos.
El caso es que hubo que cambiar de tema.
Ahora sería la propuesta de estudiar cómo veía Christian Duquoc la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Con ello, se matarían tres pájaros de una sola vez: por un lado, se profundizaría sobre el sentido teológico-bíblico y del dogma de la Iglesia sobre la importancia y significado de la Redención en cruz; por otro, se haría un estudio crítico al pensamiento de Duquoc, que era, desde todo punto de vista una necesidad intelectual para sanear lo que fuese justo hacerlo; y, por otra, se resolvería la idea de la sentencia del evangelista San Lucas 2, 52, que era la motivación inicial, y sobre la que, al fin y al cabo, giraba todo, pues estaba implícita en esa idea lucana la comprensión de la conciencia de Jesús de su filiación divina y de su misión.
Sin saberlo, ni sospecharlo siquiera, se estaba en la temática central de todo el cristianismo y de la fe de la Iglesia.
Se propuso el nuevo tema. Fue aceptado.
Había, entonces, que dedicarse.
Había que leer y volver a leer. Tomar apuntes de aquí y de allá. Sopesar toda la información. Volver a leer al autor en cuestión. Estudiar a los que analizaban su pensamiento. Reflexionar. Dudar. Y volver a repetir ese ciclo. Todo ese proceso se iba entregando al tutor, que hacía que se siguiera por este o por aquel otro lado. Nada nuevo y todo viejo, porque en eso consiste todo estudio, y que es lo mismo para todos en cualquier campo.
Por esos tiempos estaban sucediendo algunos reajustes en el desenvolvimiento histórico del mundo. Había sucedido la Perestroika en Rusia, se estaba derrumbando literalmente el Muro de Berlín, y se unificaban las dos Alemanias; estaba sucediendo la primera guerra USA-IRAK; la teología de la Liberación estaba pasando a ser historia con la reducción al estado laical de Leonardo Boff; se celebraría los quinientos años de la evangelización del Nuevo Mundo, y del descubrimiento de América, por Cristóbal Colón; los Obispos Latinoamericanos se reunirían por cuarta vez y saldría el documento de Santo Domingo; se estaba construyendo el túnel submarino para el tren que comunicaría a Inglaterra con el resto de Europa, a través del Canal de la Mancha; se estaba proponiendo la unificación comercial europea con una moneda única para toda Europa (el Euro); en Venezuela se estaban dando algunos intentos de golpes de Estado, con los que cambiaría de rumbo y conducción ideológica su política y su economía, para cambiar con ello el mapa social del país. A nivel de la teología de la Iglesia, se estaba llegando a una firmeza y consolidación del pensamiento, y se comenzaba a llegar al justo medio, como fruto de los forcejeos de los extremos, que son necesarios, para buscar el equilibrio; sobre todo, se precisaban bien los campos de lo que pertenecía a la Teología Fundamental, y de lo que pertenecía a la Teología Dogmática, sin buscar confusión, sino demarcándolos. La “Eclesiología”, por ejemplo, pasaba a ser definida como propio de la Teología Dogmática, y ya no era tema de discusión que si era o no querida por Dios, porque, es evidente que está en el plan de Dios, en el Hijo, por el Espíritu para ser sacramento de salvación en el mundo. Hasta esos momentos, era confusa la idea, al respecto, y se prestaba para muchos debates. Se estaba en la disputa en dónde ubicar a la Eclesiología, si en la Teología Fundamental, o si en la Teología Dogmática. Pero ya volveremos sobre este tema en un capítulo dedicado a él, porque es muy importante.
Por los momentos, tenemos que ir esbozando a grandes rasgos el pensamiento del autor que ya tenemos dicho.

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