La especialización
Los que tuvieron la inquietud de continuar estudiando y, por supuesto,
la oportunidad de hacerlo de manera más profunda, salieron a universidades de
prestigio y especializadas en las respectivas materias. Los que aspiraban una
mayor fundamentación teológica buscaron las maneras de que se les presentaran
las oportunidades. Algunos las desaprovecharon. A otros, no se les presentaron
ni las buscaron, tal vez, por tener aspiraciones intelectuales, o porque
comprendían que todo a partir de lo que ya tenían y eran (consagrados
sacerdotes) era más que suficiente, y todo lo demás, pues simple añadidura,
como lo era y es.
El caso es que los que quisieron y pudieron salieron a estudiar. Cada
uno en la preferencia y gusto de la materia que le había marcado en algo
mientras se estudiaba lo fundamental en la teología. Algunos irían a estudiar
Teología Moral, otros, irían inclusive a estudiar filosofía; algún otro,
historia de la Iglesia ;
otro, liturgia y, otros, teología fundamental y otros teología dogmática, y
otros teología bíblica. Otros irían a estudiar Derecho Canónico, que eran los
que tenían alguna aspiración de llegar a Obispos y querían hacer carrera
eclesiástica, por lo menos era lo se decía por esos entonces, aunque muchos,
sin nada de eso, igualmente, llegaron. Tampoco era condición de peso para ello,
pero en algo, parecía determinar.
Se trataba de una aplicación práctica de la teología como tal. Ya que la
teología se divide en tres grandes bloques o grupos[1]:
el primer grupo: histórico-bíblico; el segundo grupo: sistemático; y el tercer
grupo: práctico. El gruó histórico-bíblico se subdivide en Ciencia bíblica (estudia la Sagrada Escritura, en sus testimonios,
historia y contenido de la Revelación (libros canónicos, Exégesis, Teología
Bíblica) e Historia de la Iglesia
(estudia la estructuración de la palabra de Dios en el transcurso de los
siglos); y finalmente, en Teología Dogmática con la Mística; y en Teología
Moral con la Ascética. La teología dogmática expone de una forma sistemática
las realidades reveladas en la Palabra de Dios, marchando siempre acorde con
las enseñanzas de la Iglesia. La teología Moral da las normas de obrar, de
acuerdo con la revelación divina.
El tercer grupo, el de las asignaturas prácticas, se subdivide en
Liturgia, Derecho Canónico y Teología Pastoral. Los tres grupos presuponen la
Teología Fundamental (Apologética), que es la que enseña la realidad de la
Revelación, probando así la racionalidad de la fe.
En cierta manera el precisar y tener bien en claro la teología dogmática
es dominar de manera inmediata y lógica todo lo que comprende y abarca la
teología moral. Porque se trata de la Revelación y del intento de comprenderlo, de
donde se desprende todo, en función del hombre, como la máxima perfección de la
creación, o como se dice en teología moral, “la corona de la creación”.
La liturgia, por otra parte, era vista como el estudio de las rúbricas y
comportamientos a la hora de la celebración de la liturgia. Se trataba de qué
forma y cómo y cuándo se puede y se debe celebrar esto o aquello. Qué está
permitido y qué no en las rúbricas a la hora del rito de la celebración. Se
veía como el ritualismo como tal. Y aquello parecía por de más de latoso. Sin
embargo, algunos optarían por especializarse en esta rama. Aunque, después de
la comprensión y asimilación de la verdadera teología, llevaría a comprender
que la auténtica liturgia, no es más que pura teología. Y que teología es
liturgia pura, en su sentido auténtico; y, que liturgia no es más que la
exaltación gozosa de la teología en su plena comprensión. Nada tiene que ver
con ritualismo, que sería un empobrecimiento de la liturgia y de la teología al
mismo tiempo.
Cada materia o especialización tenía y tiene, igualmente, sus propias
subdivisiones. Los que irían (y fueron) a especializarse irían por una de las
divisiones generales, pero se dedicarían exclusivamente a un tema en concreto,
de las muchas ramas que tiene cada especialización.
Los que se irían por “Teología
Dogmática”, tendrían que escoger o “Teología
Fundamental”, como un derivado de la misma teología, o “Teología Dogmática”, propiamente dicha.
En el caso de escoger por la
Fundamental había que tener muy buena fundamentación en la
filosofía, porque se trata de llegar desde el hombre hasta Dios, y buscar esa
relación maravillosa entre Criatura y Creador. Se trata de estudiar un poco a
San Agustín, y mucho a Santo Tomás de Aquino en el estudio de su Summa
Teologiae. Es entrar en la división de la razón y de la fe, y buscar desde la
razón la explicación de los fundamentos de la fe. Era y es tener una mente
aguda y escudriñadora para desde la razón comprender las verdades de la fe.
Especial para mentes muy profundas y agudas para utilizar los sofismas
aristotélicos en la lógica filosófica. Era y es ser un amante de las analogías
para desde la comparación de la criatura, llegar al Creador, pero con la
fidelidad de la razón en la firmeza de la fe. Eso suponía y supone un gran
soporte en la fe y en los dogmas de la Iglesia , para evitar grandes errores de
aplicación, primero, y de interpretación, después. Es la tarea propia de la
apologética (la defensa de la fe). Mucho tiempo después el Papa Juan Pablo II
publicaba una Encíclica en donde trata, justamente, estas dimensiones y
fronteras, en la
Encíclica Fides et ratio, en el año 1998, y de la que
se puede entresacar la enseñanza, de que, “La
fe y la razón (Fides et ratio) son como las dos alas con las cuales el espíritu
humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el
corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle
a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad
sobre sí mismo (cfr. Ex 33, 18; Sal 27 [26], 8-9; 63 [62], 2-3; Jn 14, 8; 1
Jn 3, 2)”.
Los que optaran por “la Teología Fundamental ”, tenían y tienen que
estar imbuidos de mucha cultura. Haber leído mucho y estar atentos al espíritu
de los grandes aportes del arte en todas sus manifestaciones. Tenía y tiene que
ser un amante de la pintura, y un enamorado de la música, sobre todo en sus
respectivos momentos históricos culturales. Ser conocedor de muchos filósofos,
sobre todo desde el post-modernismo, como desde un Humberto Ecco, con su obra “En el nombre de la Rosa ”, por ejemplo. Estar
abierto a la riqueza de la poesía y de los grandes poetas con su mucha
profundidad, a pesar de todos los recovecos intrincados de sus
interiorizaciones, y saberlos entender e interpretar, primero para encontrar en
sí mismo la novedad del paso nuevo a nivel personal, y, después en
relacionarlos con cada época, situación y circunstancia de la historia
individual del escritor y de su entorno. Ser místico al estar y ser sensible a
la apertura; y ser intelectual para dar el paso de la relación con la cultura
en el afán de la búsqueda eterna del sentido de la vida. Y tener una sólida fe
para vivir eternamente enamorado de esa misma experiencia que lo llevará a no
estar nunca estancado, ni a estar satisfecho por los hallazgos interiores que él
mismo tiene que ir encontrando. En fin, una tarea constante y nada fácil, en
caso de optar por dedicarse a la gran riqueza que supone y es la “Teología
Fundamental”, que requiere la firmeza, por otra parte, de una auténtica
“Teología Dogmática”.
Optar por la “Teología Dogmática”,
por otro lado, requería tener muy buenas bases en su formación en el Seminario,
fruto de buenos profesores, y fruto también de su inquietud personal para
ahondar y enraizar profundamente los conocimientos. La ventaja de la Dogmática era y es en
que daría una formación sólida sobre la fe y el credo de la Iglesia.
En caso de preferir la “Teología
Dogmática”, como escogencia, tenía algunas opciones para su preparación,
como la “Eclesiología” (el estudio de
la Iglesia ),
“Misionología”, “Espiritualidad”, y, hasta la misma “Cristología”, entre otras de las muchas que tiene la Teología. Todas
ellas dentro de la especialidad de la “Teología Dogmática”, pero con objetivos
más concretos, sobre todo a la hora de preparar la tesis que le permitiera ser
acreedores de la licenciatura en Teología Dogmática.
Optar por Teología Dogmática, mención Cristología, era llegar al centro
del centro mismo de todo posible estudio de profundización del cristianismo y
de la fe. Era lo máximo.
[1] Cfr.
Michael Schmaus, Teología Dogmática, I,
La Trinidad de Dios, Unidad y división de la Teología, pp. 66-68.
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