viernes, 8 de abril de 2016

Las palabras y hechos de Jesús.. (El Cristo que he buscado)...

Las palabras y hechos de Jesús



El trabajo escrito que el primer profesor había asignado y que había dado los resultados inmediatos, que ya tenemos dicho, habían dejado su aguijón para hacer que con el tiempo, se volviera sobre esas ideas, ya no tanto, para cumplir un trabajo académico y de rutina, sino para satisfacer una necesidad de llenar lo que estaba pendiente en la experiencia del encuentro con el Jesús histórico. Se trataba de una empresa de gran envergadura y de importancia, pues se trataba de saber con exactitud, o por lo menos intentarlo, de saber con precisión cuáles habían y han sido las palabras de Jesús, y que aparecen en los Evangelios. Los peritos y expertos en esa materia llamaban esa colección de palabras de Jesús, “ipsissima verba Iesu”.
Todo estaba pendiente en esa precisión. El trabajo era más que importante y por de más de complicado. Un mes de estudio para los tiempos de Seminario Mayor, sin duda, que era muy poco. Además de no contar en ese tiempo de suficiente bibliografía, ni en la biblioteca del Seminario, ni a nivel personal; sin negar, por supuesto, que no se tenía la asesoría intelectual para marcar un método de estudio, ni las bases fundamentales de una solidez en los parámetros para seguir una investigación seria, como lo requería y requiere la materia en cuestión.
Se trataba, nada más y nada menos, de saber cuáles fueron las palabras de Jesús, con exactitud. Eso significaba colocar algunos puntos precisos para poder comenzar todo posible estudio, como el de distinguir lo que es elaboración del autor de cada Evangelio, y lo que es histórico en el caso de considerar los Evangelios como una biografía en el sentido histórico de Jesús. Ya comprender que esas dos verdades en los Evangelios eran una necesidad en un estudio histórico de cada libro, era ya saber mucho. Tal vez, como para escandalizarse; pero, era una precisión en las fronteras de saber los terrenos que se iban a pisar. Tarea nada fácil, y mucho en lo complicada.
Muchos autores ya habían indagado al respecto. Larga es la lista. Desde un Reimarus, pasando por un R. Bultman, hasta un Barth. Sólo digamos que se resumen en los varios intentos que se han hecho en esta materia. La Primera Investigación sobre el Jesús histórico, iniciada en 1777; después la Segunda investigación sobre Jesús, comenzada en el año 1953; y, la Tercera investigación sobre el Jesús histórico, iniciada, más o menos hacia el año 1989. Muchos elementos históricos han llevado a esos intentos de aproximación. En el primer caso, la imagen que se tenía, o que se pretendía tener, era la de un Jesús que buscaba liberarse de la opresión en claro enfrentamiento al sistema de burguesía, en el que Jesús, era visto de forma apocalíptica, representaba la instauración del Reino de Dios, lo que suponía una clara connotación social y política. En la segunda etapa, después de la Segunda Guerra Mundial, otros volvieron sobre la importancia y la necesidad de llegar al Jesús histórico, y aplicaron la metodología del estudio de las fuentes, para discernir lo que era elaboración teológica de cada evangelista, de lo que era históricamente comprobable, como dicho y hecho por Jesús. Se generó en esta segunda etapa una especie de optimismo liberal y de posiciones conservadoras respecto a los nuevos hallazgos, marcados y delineados por la metodología en la investigación. Era, por de más conocida, la aplicación de las dos fuentes: la fuente Q (o quelle) y la fuente de Marcos. Marcos era la más importante. De ese tiempo se debe la presentación de los Evangelios de forma comparada, gracias a J. Griesbach, quien fuera el primero en publicar los evangelios sinópticos en paralelo, facilitando el estudio de los Evangelios.
El problema o la motivación principal era poder precisar lo histórico por un lado, en el caso de Jesús, según los Evangelios, sobre todo del Evangelio de San Marcos, y por otro, la proclamación de la fe en Cristo. Precisar y diferenciar para poder llegar propiamente a la persona de Jesús, sin que tuviera nada que ver con la Iglesia o con dogmas. Esa era la meta. Se utilizó, entonces, el método de la “desemejanza” para buscar la manera de comparar con el judaísmo, por un lado, y el cristianismo primitivo, por el otro, y precisar sus respectivas influencias, para precisar que esas determinadas especificidades ya no eran de Jesús, sino elaboraciones de una u otra sociedad. De allí que se buscaba lo que fuese propiamente “jesusiano”; es decir, de Jesús y de su movimiento. Pero produjo a un Jesús sin ninguna relación, ni con el judaísmo ni con la Iglesia primitiva. Era un Jesús sin ninguna idiosincrasia y sin ninguna raíz social ni de familia.
Los resultados que se recogieron en esa tentativa es que no se puede separar la predicación sobre Cristo, como proclamación de fe, en los Evangelios. Kerygma o anuncio era lo mismo que hablar de Jesús. El Jesús histórico estaba de fondo, porque lo primordial era la experiencia de fe en el Cristo.
La Tercera investigación sobre el Jesús histórico, empezada relativamente hace poco tiempo, se encamina a demostrar que sí es posible realizar un perfil biográfico de Jesús. La metodología es la utilización de las fuentes literarias, pero con menos rigidez. Se consideran estas fuentes los propios Evangelios, tanto los canónicos, los no canónicos, los apócrifos, la colección Q, los libros encontrados en el Qumrán, etc.… Contribuye a esta expectativa los descubrimientos arqueológicos en Galilea, sobre todo los de Qumrán, y en todo el Mediterráneo, y un mayor conocimiento de la historia del pueblo judío en el siglo primero. Además de las nuevas metodologías y aproximaciones exegéticas, que permiten afianzar la esperanza de hacernos una idea más precisa de la figura de Jesús. En esta tercera etapa, hay que tener en cuenta algunos pasos dados, como los que han hecho los miembros del Jesus Seminar, activo en los Estados Unidos de Norteamérica, hacia los años ochenta (1985), sin ninguna conexión con alguna religión determinada, siendo más bien un movimiento filosófico, arqueológico y multidisciplinario de investigación. Este último equipo de trabajo ha estado en el intento de buscar con precisión, cosa hasta ahora imposible, de saber cuáles fueron las palabras (logion) de Jesús que aparecen fuera de los Evangelios canónicos. El uso de la palabra logion (o los Agrapha) es usado por primera vez, en 1776, por J. G. Körner, y Alfred Resch, en 1889. En ese sentido el grupo Jesus Seminar se ha dedicado entre otras fuentes al Evangelio de Tomás, un Evangelio no canónico, distinto de los Evangelios apócrifos. En esa precisión de las fronteras del estudio de la búsqueda de las “palabras” (logion) de Jesús, está el que deben ser dichos de Jesús, no discursos, y deben no estar contenidos en los Evangelios canónicos.
Es grande el avance en esa búsqueda. Pero son muchas las limitaciones que, sin embargo, han llevado a comprender que, a pesar de que la investigación sobre Jesús representa un ejemplo de ecumenismo práctico y eficaz (de allí que sea multidisciplinario, y del que es ejemplo la Biblia de Jerusalén, edición en francés por les Edition du Cerf, París, 1973), llevado a cabo con respeto mutuo y pasión por la verdad. Ha arrojado como resultado, por otra parte, el que no se puede hacer una aproximación a Jesús al margen de los Evangelios, las fuentes documentales más ricas y consistentes, ni al margen de la comunidad cristiana primitiva, donde, precisamente, han surgido los textos evangélicos. Esas conclusiones son fundamentales para cualquier intento de aproximación, a pesar de toda la efervescencia que ha habido en este intento. La clave de interpretación está estrechamente relacionada con la experiencia de la primera comunidad cristiana, que no está buscando rehacer la historia de Jesús, sino de comunicar que Él es Señor de vivos y muertos. A partir de esa experiencia transmitida con entusiasmo, en la resurrección de Jesús después de su muerte en cruz, hace que la historia de Jesús pase a ser inseparable de la vida y la fe de los primeros cristianos. Un caso claro, que sirve como ejemplo, es el relato de la Pasión en el Evangelio de San Juan (capítulos 18-19), cuando su autor dice, que “el que vio esto lo atestigua: su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean”. Eso en el caso de los Evangelios, y muy en concreto, en el Evangelio de San Juan. Porque es insistente esa experiencia en otras fuentes, como en la misma experiencia de fe en el caso de San Pablo, si nos detenemos, por ejemplo en la Primera Carta a los Corintios 15, 1-11.
Los Evangelios fueron escritos desde la experiencia de fe en el Resucitado. Ese es el punto de partida y el punto de llegada. Precisar algunas otras experiencias, como solamente la biográfica, en el sentido estricto de una concepción netamente histórica, hace casi imposible todo intento de diferenciarlo de la fe.

Ciertamente, eso es un gran abismo. Pero no por ello, nos tiene que alejar de la seriedad que significa el acercarnos al Jesús histórico, que tiene que ser importante y necesario, sin deslindar de ese dato el de la fe en Él. La fe lo exige, ya que “si la historia, lo fáctico, forma parte esencial de la fe cristiana, ésta debe afrontar el método histórico” (Joseph Ratzinger (Papa Benedicto XVI), Jesús de Nazaret… , p 11).

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