viernes, 8 de abril de 2016

Ahí van las preguntas... (El Cristo que he buscado)...

Ahí van las preguntas



Mi primer evaluador era Antón. El tema era su materia y su Cátedra.
Su materia había sido “La Iglesia”. Y sobre ese tema giraría toda la conversación de eso primeros 15.
Y, por casualidades, o coincidencias, o buena suerte, o no tanto, el tema había sido sobre el capítulo que había leído esa misma mañana a las 2, cuando me había levantado sobresaltado, porque no tenía las ideas claras. Ese capítulo lo había leído, pero como no había hecho los gráficos para mapear el tema (los famosos mapas mentales, de los que se hace uso hoy en la educación, y que son tan efectivos y fructíferos), no tenía del todo clara la idea; aunque, tenía la idea. El profesor se dio cuenta que tenía la idea. Y señalaba por aquí y por allá, para que yo redondeara bien.
Fue una conversación fluida y fácil, a pesar de todo.
La última pregunta al respecto, fue: “¿dónde ubicaría a la “Eclesiología”, dentro de la Teología Fundamental, o dentro de la Teología Dogmática; y por qué?
La respuesta estaba clara y era evidente. Se trataba de haber comprendido todo y de haber asimilado los dos años en la Gregoriana, con la gran asesoría de los grandes intelectuales en teología, como lo son los Jesuitas.
Además, si recordamos lo que se ha dicho anteriormente, la respuesta ya estaba dada. Por lo menos ya estaba dada en la tesina, al comprender los errores de algunas cristologías de ese entonces.
La respuesta es y era, que la Eclesiología tiene que estar ubicada en el pensum de estudios de la Teología Dogmática. Es decir, que no hay Iglesia en el mundo, si Cristo no la hubiese querido, y si no estuviese en su plan de Salvación. Para eso está la Iglesia, para ser “sacramento” de Salvación. Porque, así como Cristo es el Sacramento del Padre, la Iglesia es Sacramento de Cristo. La Iglesia no salva; es Cristo quien salva a través de la Iglesia (no solamente, por supuesto). Además, se trata de comprender que Dios siendo un solo Dios y tres personas distintas, a pesar de la unidad, cada persona tiene una especificidad única que la diferencia de las otras, sin perder su unidad, por supuesto. Así, el Padre crea; el Hijo, redime; y, el Espíritu Santo, santifica. Por otra parte, se trata de ubicar cada trabajo en su tiempo. Ya el Padre creó; ya el Hijo redimió; ahora, el Espíritu Santo está santificando, porque el Espíritu ha recibido del Padre y del Hijo sus acciones concretas, y las está actualizando constantemente en el mundo. El Espíritu Santo está en plena actividad y acción, desde el momento de la muerte y Resurrección de Jesucristo, y después de la Ascensión y de Pentecostés. Es ahora la acción del Espíritu que nos hace gritar Abba (Padre), como es la experiencia del mundo expectante del que nos habla San Pablo.
Era recordar lo que ya se ha dicho, cuando se habló de las cuatro proposiciones de la Comisión Teológica Internacional, sobre todo en la tercera proposición, cuando dice, que “para realizar su misión salvífica, Jesús ha querido reunir a los hombres en vista del reino y convocarlos en torno a sí… Es necesario afirmar que Jesús ha querido fundar la Iglesia” (1 Tes, 1, 1; 2, 14; 2 Tes. 1,1; Gal. 1, 22; 3, 28; Rm. 8, 2, 8, 10; 16, 16; 1 Cor. 6, 20; 12-27; 2 Cor. 13, 5; Col. 1, 22; 2, 19; Ef. 1, 22; 5, 25-27; 1Ped. 1, 19; Lc. 12, 32; Mc. 1, 17; 2, 19; 3, 3-34; 6, 7; 10,40; 14, 27; Mt. 5, 14-47; 8, 11; 10, 16-25; 13, 24-47; 15, 24; 23, 9; Lc. 10, 1ss; 11, 2-4; 15; 15, 4-7; 22, 19-20; 22, 25ss; Jn. 10, 1-29; 15, 20…). Verdades todas estas recogidas en el Enchiridion, o en la compilación hechas por Enrique Denzinguer en su trabajo “Enchiridion Symbolorum”, y del que es necesario que hablemos un poquito.
La respuesta era como tenía que ser.

Sonó la campana, que uno de los tres profesores había tocado. Era el final de los primeros 15. Había que cambiar de profesor.

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