viernes, 8 de abril de 2016

Christian Duquoc.. (El Cristo que he buscado)...

(Christian Duquoc)


He aquí el problema de los problemas, según Duquoc.
Se trata de la interpretación de la afirmación original de 1 Cor. 15, 3-5: “Resucitó al tercer día, según las Escrituras”.
El problema está en que la resurrección no se puede llamar como acontecimiento histórico. Es histórico solo en cuanto hecho histórico en la predicación, ya que los textos que atestiguan la resurrección de Jesús son ante todo confesiones de fe. Los evangelios suponen la fe o la predicación de la resurrección. Los evangelios no son reportajes históricos.
El problema radica en que la resurrección es vista como prodigio o como milagro, y como si fuera ya un término logrado. Sigue siendo problema porque se le quita la conexión con la cruz. Se le quita la relación con la cruz.
La resurrección es una promesa de lo que todavía hemos de esperar. Si no se ve así, la resurrección pierde su significado y su sentido teológico para nuestras vidas, porque se le quita su relación con la cruz. No hay resurrección, si no hay cruz. Esa relación es inseparable. Como tampoco hay cruz, si no hay resurrección. No puede ser una sin la otra realidad. Van juntas. Son inseparables. La resurrección en conexión con la cruz, y sin separación, es la historia de cada hombre, porque se trata de la historia misma. No se puede separar la cruz de la resurrección, en donde es clave el hecho del crucificado.

De manera, que en Jesús, la cruz y la resurrección son inseparables en sí mismas, y son inseparables de la vida terrena de Jesús y de su palabra.

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