viernes, 8 de abril de 2016

La firmeza del dogma y sus favores... (El Cristo que he buscado)...

La firmeza del dogma y sus favores



Todo siguió su curso y su proceso. Los días iban pasando en todo su engranaje de crecimiento. Por un lado los años; por otro, todo lo que se iba añadiendo de esos mismos años: días.
Todo continúo bien. Las materias, los exámenes, las nevadas, el verano, y llegando a donde se iba y a lo que se iba. La tesina. La tutoría y el asesoramiento.
Todo seguía en la escala de la sumatoria. Las materias y su porcentaje adecuado para pasar al siguiente escalón, que era el trabajo escrito final. Todo perfecto. Estos dos escalones estaban superados. Faltaba la prueba de fuego, tan temida y ansiada: los cuarenta y cinco minutos, divididos en quince con cada uno de los tres profesores, como ya se tenía dicho.
En el trabajo escrito, se había colocado el agradecimiento al tutor, en la primera página, y entre otras cosas se decía que “se notaba las riquezas de poder comprender la estabilidad del dogma y sus favores”. Y de eso se había tratado todo. La elección por la “Teología Dogmática” había sido un gran acierto, sin duda. Ahora, se podría decir, que con estos elementos podía saber las diferencias entre la Teología Fundamental y la Teología Dogmática. Ya el hecho de saber y comprender que no se puede hacer una fructífera Teología Fundamental, sin tener la base necesaria que da la certeza y el conocimiento de la Dogmática, ya era mucho saber. Así que, ya era para estar más que satisfechos y contentos. Quedaban, sin embargo, muchas cosas por seguir ahondando, pero ya sería tarea en el tiempo, desde esa experiencia maravillosa.
En cuanto a la profundidad y extensión de la Teología Fundamental, había tenido la gran oportunidad de recibir clases en dos materias con el teólogo el P. Elmar Salmann. Aquello había sido una experiencia arrebatadora, sobre todo en la Cátedra de “Mística e iluminismo”. Era saborear la poesía en la intelectualidad, con un basto conocimiento de todo, especialmente del pensamiento del post-modernismo (Renato Descartes, Humberto Ecco, etc.). Era darse gusto al comprender que intelectual y místico son una misma realidad, y que no son dimensiones opuestas. He ahí la frontera de la Teología Fundamental, que sin descartar para nada la razón, sino usándola en todo su potencial, se puede llegar a ser una persona profundamente espiritual, porque, espiritual es ya intelectualidad; e intelectualidad es ya ser sensible ante la verdad en su eterna búsqueda. Su influencia se dejaba marcar muy profundamente. Era sentir una gran admiración con aquel monje benedictino por el saber y sus recompensas intelectuales. Era comprender que todo ese mundo del saber, desde la profundidad del amor y de la fe, tiene que llevar a la espontaneidad del buen humor en la vida, para simplificarla. Ese era, entre los muchos, uno de sus toques especiales en su clase, que la hacían más interesante todavía. Se podía no asistir a cualquier otra materia, pero a la de Salmann, no se podía dejar de asistir. Su hechizo y su riqueza eran una pérdida irreparable que costaba en ese mundo de descubrir-descubriendo, y no se podía faltar. Imposible. En mi caso, ya su clase había dado su fruto, porque me había aventurado en esos mundos al intentar hacer un estudio, desde la mentalidad y percepción de poeta, de una parte del Padrenuestro; en concreto en lo de “así en la tierra como en el cielo”, en donde, desde esa intuición, “el cielo” del Padrenuestro se experimenta como el corazón del hombre (como experiencia sensible de profundidad); y “la tierra”, como la experiencia de la cabeza, como la certeza y seguridad de las que nos armamos para darle sentido a la vida. La relación entre los dos, corazón-cabeza, es la petición y la oración del Padrenuestro, en la que se pide que seamos sensibles racionalmente (tierra-cabeza) con la sintonía del cielo (corazón), para hacer posible en la historia el Reino que se pide que se haga en la misma oración. Ciertamente, cosa de locos. Pero como un loco le despierta a otro, lo que ese otro también tiene de loco, eso había despertado lo loco en mí, que ya tenía, por supuesto. O que es lo mismo a decir, que “son blancos y se entienden”; o que “Dios los crea y el diablo los junta”. Porque era una locura su clase en cuanto a las profundidades en que se metía, para permitir que cada uno descubriera-descubriendo, y con ello se autoencontrara-encontrando. Simplemente, una experiencia racional y de fe, en perfecta conjunción, para conducir al mismo Creador, como fuente y principio de todo cuanto existe.

Pero, volviendo a lo de la firmeza de la fe, y a lo de los favores del dogma, y que había sido colocado en la primera página de la tesina, había que decir que con ese trabajo escrito quedaba resuelto el tema de Lucas, de que el Niño (Jesús de Nazaret) “Crecía en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres” (Lc. 2, 52). Y en cierta manera, podría decirse, que aunque no se había realizado el trabajo inicial de manera específica, pero por caminos paralelos, sí se había trabajado sobre esa misma idea. Y ya estaban los tres pájaros de una sola vez. Por un lado, se había llegado a la riqueza del pensamiento de Duquoc, que es, realmente, muy interesante; pero que tiene su punto débil. Por otro lado, se había llegado a la profundidad de la certeza del dogma de la Iglesia, para conocerlo de manera más concreta. Y por otra parte, quedaba claro, que según el dogma de la Iglesia, Jesús tenía conocimiento y sabía que era el Hijo de Dios, que nació de María la Virgen en un tiempo histórico concreto, que su misión era ser el revelador del Padre en el Hijo, que en su proyecto y misión estaba el fundar la Iglesia, y que su muerte en cruz (querida por Dios y dentro de los planes de Salvación), es Salvación para la humanidad, en la certeza de fe en la Resurrección. Sin proyección lejana y distante en un futuro o en un más allá, sino en lo concreto del cuotidiano de una historia presente. En una ya, pero todavía no, como realización histórica concreta, pero como proyecto de vida.

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