La firmeza del
dogma y sus favores
Todo siguió su curso y su proceso. Los días iban pasando en todo su
engranaje de crecimiento. Por un lado los años; por otro, todo lo que se iba
añadiendo de esos mismos años: días.
Todo continúo bien. Las materias, los exámenes, las nevadas, el verano,
y llegando a donde se iba y a lo que se iba. La tesina. La tutoría y el
asesoramiento.
Todo seguía en la escala de la sumatoria. Las materias y su porcentaje
adecuado para pasar al siguiente escalón, que era el trabajo escrito final.
Todo perfecto. Estos dos escalones estaban superados. Faltaba la prueba de
fuego, tan temida y ansiada: los cuarenta y cinco minutos, divididos en quince
con cada uno de los tres profesores, como ya se tenía dicho.
En el trabajo escrito, se había colocado el agradecimiento al tutor, en
la primera página, y entre otras cosas se decía que “se notaba las riquezas de poder comprender la estabilidad del dogma y
sus favores”. Y de eso se había tratado todo. La elección por la “Teología
Dogmática” había sido un gran acierto, sin duda. Ahora, se podría decir, que
con estos elementos podía saber las diferencias entre la Teología Fundamental
y la Teología
Dogmática. Ya el hecho de saber y comprender que no se puede
hacer una fructífera Teología Fundamental, sin tener la base necesaria que da
la certeza y el conocimiento de la
Dogmática , ya era mucho saber. Así que, ya era para estar más
que satisfechos y contentos. Quedaban, sin embargo, muchas cosas por seguir
ahondando, pero ya sería tarea en el tiempo, desde esa experiencia maravillosa.
En cuanto a la profundidad y extensión de la Teología Fundamental ,
había tenido la gran oportunidad de recibir clases en dos materias con el
teólogo el P. Elmar Salmann. Aquello había sido una experiencia arrebatadora,
sobre todo en la Cátedra
de “Mística e iluminismo”. Era
saborear la poesía en la intelectualidad, con un basto conocimiento de todo,
especialmente del pensamiento del post-modernismo (Renato Descartes, Humberto
Ecco, etc.). Era darse gusto al comprender que intelectual y místico son una
misma realidad, y que no son dimensiones opuestas. He ahí la frontera de la Teología Fundamental ,
que sin descartar para nada la razón, sino usándola en todo su potencial, se
puede llegar a ser una persona profundamente espiritual, porque, espiritual es
ya intelectualidad; e intelectualidad es ya ser sensible ante la verdad en su
eterna búsqueda. Su influencia se dejaba marcar muy profundamente. Era sentir
una gran admiración con aquel monje benedictino por el saber y sus recompensas
intelectuales. Era comprender que todo ese mundo del saber, desde la
profundidad del amor y de la fe, tiene que llevar a la espontaneidad del buen humor
en la vida, para simplificarla. Ese era, entre los muchos, uno de sus toques
especiales en su clase, que la hacían más interesante todavía. Se podía no
asistir a cualquier otra materia, pero a la de Salmann, no se podía dejar de
asistir. Su hechizo y su riqueza eran una pérdida irreparable que costaba en
ese mundo de descubrir-descubriendo, y no se podía faltar. Imposible. En mi
caso, ya su clase había dado su fruto, porque me había aventurado en esos
mundos al intentar hacer un estudio, desde la mentalidad y percepción de poeta,
de una parte del Padrenuestro; en concreto en lo de “así en la tierra como en el cielo”, en donde, desde esa intuición,
“el cielo” del Padrenuestro se
experimenta como el corazón del
hombre (como experiencia sensible de profundidad); y “la tierra”, como la experiencia de la cabeza, como la certeza y seguridad de las que nos armamos para
darle sentido a la vida. La relación entre los dos, corazón-cabeza, es la
petición y la oración del Padrenuestro, en la que se pide que seamos sensibles
racionalmente (tierra-cabeza) con la sintonía del cielo (corazón), para hacer
posible en la historia el Reino que se pide que se haga en la misma oración.
Ciertamente, cosa de locos. Pero como un loco le despierta a otro, lo que ese
otro también tiene de loco, eso había despertado lo loco en mí, que ya tenía,
por supuesto. O que es lo mismo a decir, que “son blancos y se entienden”; o que “Dios los crea y el diablo los junta”. Porque era una locura su
clase en cuanto a las profundidades en que se metía, para permitir que cada uno
descubriera-descubriendo, y con ello se autoencontrara-encontrando.
Simplemente, una experiencia racional y de fe, en perfecta conjunción, para
conducir al mismo Creador, como fuente y principio de todo cuanto existe.
Pero, volviendo a lo de la firmeza de la fe, y a lo de los favores del
dogma, y que había sido colocado en la primera página de la tesina, había que
decir que con ese trabajo escrito quedaba resuelto el tema de Lucas, de que el
Niño (Jesús de Nazaret) “Crecía en
sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres” (Lc. 2,
52). Y en cierta manera, podría decirse, que aunque no se había realizado el
trabajo inicial de manera específica, pero por caminos paralelos, sí se había
trabajado sobre esa misma idea. Y ya estaban los tres pájaros de una sola vez.
Por un lado, se había llegado a la riqueza del pensamiento de Duquoc, que es,
realmente, muy interesante; pero que tiene su punto débil. Por otro lado, se
había llegado a la profundidad de la certeza del dogma de la Iglesia , para conocerlo de
manera más concreta. Y por otra parte, quedaba claro, que según el dogma de la Iglesia , Jesús tenía
conocimiento y sabía que era el Hijo de Dios, que nació de María la Virgen en un tiempo
histórico concreto, que su misión era ser el revelador del Padre en el Hijo,
que en su proyecto y misión estaba el fundar la Iglesia , y que su muerte
en cruz (querida por Dios y dentro de los planes de Salvación), es Salvación
para la humanidad, en la certeza de fe en la Resurrección. Sin
proyección lejana y distante en un futuro o en un más allá, sino en lo concreto
del cuotidiano de una historia presente. En una ya, pero todavía no, como
realización histórica concreta, pero como proyecto de vida.
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